“En la vejez no me abandones”: Una jornada de gratitud y amor hacia nuestros mayores
El pasado 13 de julio de 2024, la comunidad católica de Lima y todo el mundo se unieron en la celebración de la IV Jornada de los Ancianos y Abuelos, instituida por el Papa Francisco bajo el lema profundamente humano y espiritual: “En la vejez no me abandones” (Sal 71,9). Esta fecha, marcada por la gratitud y el reconocimiento, buscó devolver el protagonismo a quienes han dedicado su vida a la construcción de familias, parroquias y comunidades: los ancianos y abuelos.
Un llamado a valorar la vida en todas sus etapas
El objetivo principal de la jornada fue crear conciencia sobre el estado de abandono en que viven muchos ancianos y animar a las comunidades a generar un ambiente de cercanía, donde cada persona mayor se sienta valorada y acompañada. También se invitó a reflexionar sobre la riqueza de la vejez, una etapa cargada de sabiduría y experiencia, y a reconocer su importancia dentro de la familia y la Iglesia.
El Papa Francisco, a través de este evento, recordó que “la ancianidad es un don, y los abuelos son un eslabón indispensable en la transmisión de la fe y de los valores fundamentales”.
Una jornada llena de fe y acción
La jornada tuvo como eje central la Celebración Eucarística, presidida por el querido Monseñor Guillermo Elías Millares, quien en su homilía destacó el papel fundamental de los mayores como custodios de la fe y testimonios vivos de amor y esperanza. Monseñor Mijares alentó a las familias a cuidar de sus mayores con ternura y gratitud, señalando que cada anciano es una bendición y un reflejo de la misericordia de Dios.
La Eucaristía, ofrecida por la salud espiritual y corporal de los ancianos, fue precedida por una oración de los Juvenes, momento en que todos pidieron por la fortaleza y alegría de sus abuelos y ancianos. Más de 100 adultos mayores participaron activamente en esta celebración, que fue un verdadero encuentro de fe, comunidad y gratitud.
Después de la misa, se desarrollaron actividades significativas que reflejaron el amor y cuidado de la comunidad:
- Juegos, bailes y bingos: Diseñados para ofrecer un espacio de alegría y recreación.
- Sesiones de formación: Que resaltaron la importancia de los mayores en la construcción de una sociedad basada en la fe y los valores cristianos.
- Refrigerios y obsequios: Como muestra tangible del cariño y reconocimiento hacia quienes han sido pilares de la Iglesia y la familia.
Un mensaje de gratitud y esperanza
La jornada también buscó transmitir un mensaje profundo a las nuevas generaciones: los abuelos no son solo guardianes de historias del pasado, sino también guías esenciales para el presente y promesas vivas de esperanza para el futuro.
En palabras de un participante: “Hoy hemos celebrado no solo la vida de nuestros mayores, sino también su capacidad de seguir enseñándonos a vivir con fe, esperanza y amor”.
La importancia de seguir este ejemplo
Este evento no debe limitarse a una fecha específica. Cuidar de nuestros mayores, agradecer su legado y brindarles compañía debe ser una misión constante de las familias y comunidades cristianas.
Monseñor Elías Millares cerró la jornada con un llamado contundente: “A todos los que estamos aquí hoy, les invito a no dejar nunca a nuestros mayores solos. A reconocer en ellos el rostro de Cristo, porque ellos son custodios de la fe, maestros de vida y fuentes de bendición”.
La IV Jornada de los Ancianos y Abuelos, impregnada de espiritualidad, amor y comunidad, se convirtió en un recordatorio de la belleza y la dignidad de la vejez, mostrándonos cómo pequeños gestos pueden transformar vidas y traer luz a quienes más lo necesitan.